agosto 08, 2005

El cine de terror en los años 60

La década de 1960 fue muy importante para un genero cinematográfico amado por muchos, pero considerado inferior por la crítica especializada "culta": me refiero al cine de terror. En esos años los films de horror alcanzaron lo que podríamos llamar la madurez, ya que la trama y los finales se vuelven muy inquietantes, dejando de lado el happy end totalmente anticlimax de las cintas terroríficas de los años 50 (citemos un solo ejemplo, la soberbia versión original de " La Mosca" con Vincent Price, que luego de mostrarnos el dramático final del científico protagonista, culminaba con una secuencia de alegría familiar casi infantil...). Los 60 se abren nada menos que con una de las mejores cintas de Alfred Hitchcock: "Psicosis", una de las cimas del subgénero de los asesinos dementes seriales, protagonizada por Anthony Perkins y de una potencia visual y dramática sólo comparable a las mejores películas de su director, "Vértigo", "Los Pájaros" y "Rebeca". No hay que olvidar que "Psicosis" está basada en una novela de Robert Bloch, uno de los mejores autores de cuentos de terror del estilo pulp , y quien fue amigo epistolar de Lovecraft en su adolescencia. Pero los horrores y la diversión en base al estremecimiento recién comenzaban, luego vendrían cintas de la potencia de "Arde, Bruja, Arde", basada en una novela de Fritz Leiber, o la otra cumbre del terror fantástico de esos tiempos: la ya nombrada "Los Pájaros", joya con efectos visuales de Albert Whitlock y que tiene una patética "segunda parte" que no se debería ni recordar.

Pero no todo se realizaba en los países anglosajones. Desde Italia apareció "La Máscara del Demonio", también conocida como "Domingo Negro", del maestro del cine terrorífico italiano, Mario Bava, quien inspiró a seguidores actuales como el director Darío Argento. Bava también nos regaló en esos años su cinta "Los Vampiros del Espacio", del raro subgénero de los no-muertos espaciales, el que tiene una de sus cumbres en la bizarra película de 1985 "Lifeforce", dirigida por Tobe Hooper.

Una cosa a destacar en los años 60 es la aparición de pequeñas productoras que se dedicaron casi por completo al género, y una de las más importantes es la inglesa Hammer, donde se cocinaron algunos de los mejores platos de la década. La Hammer ya venía aterrorizando al público desde los 50, con los inicios de la saga del Conde Drácula o del doctor Frankenstein, las que tenían una carga de violencia gráfica y erotismo ausente en las cintas clásicas de la Universal sobre estos monstruos. En esta productora comenzaron a descollar como actores de terror los talentosos Peter Cushing y Christopher Lee. Y también debemos mencionar las cintas sobre el doctor Quatermass, afortunado híbrido entre la fantasía científica y el terror. En los 60 la Hammer nos regaló películas de la talla de "Frankenstein Debe Morir" o "Drácula, Príncipe de las Tinieblas", ambas de Terence Fisher, o "Drácula Vuelve de la Tumba", dirigida por Freddie Francis, destacado también como director de fotografía, y quien durante décadas quiso realizar un film sobre Edgar Allan Poe, que nunca pudo financiar (¡Que lástima! Cuanto dinero invertido en cine basura podría haber servido para materializar un proyecto así...). Pero no sólo los monstruos revividos del terror gótico nos estremecieron gracias a la inglesa Hammer. En 1967 se estrenó "Una Tumba a la Eternidad" ("Quatermass and the Pit"), la tercera entrega de la saga del doctor Quatermass y una de las mejores cintas del cine de terror cruzado con la ciencia ficción. Durante la construcción del tren subterráneo en Londres, es descubierta una nave espacial de 5 millones de años de antigüedad. Y el mal que viajaba en ella se despierta, revelando un macabro secreto sobre el origen de la raza humana. Film estremecedor y de clara inspiración lovecraftiana, que fue homenajeado en otra de las mejores películas fantásticas de todos los tiempos, la versión de John Carpenter de " La Cosa del Otro Mundo" de 1982, cuya secuencia final es un tributo al cierre de la película de la Hammer , donde los protagonistas no saben si realmente destruyeron a las fuerzas malignas que amenazan al planeta. (Dicho sea de paso, el final apocalíptico de "Lifeforce" con una ciudad de Londres destruida por la contagiosa e incontrolable furia extraterrestre, también puede leerse como inspirado por "Una Tumba a la Eternidad").

A la tenebrosa sombra del éxito de la Hammer , otras productoras siguieron el camino a ambos lados del océano Atlántico, y algunas dignas de mención son la Amicus , la AIP o la Planet. En ellas participaron directores de la talla de Terence Fisher o de Francis, o el maestro de los escalofríos y el cine clase B, Roger Corman. Aquí podríamos mencionar las películas de varios episodios como "El Doctor Terror" o "Las Tijeras del Diablo" (esta última con guión de Robert Bloch), ambas producidas por la Amicus y dirigidas por Freddie Francis; o " La Isla del Terror" de Fisher, producida por Planet, donde unos monstruos engendrados por la ciencia, los Silicatos, (criaturas cuyo diseño es una especie de versión orgánica de las mantarrayas marcianas de " La Guerra de Los Mundos" de George Pal) asolan a la población de una isla, defendida por un puñado de héroes encabezados nada menos que por Peter Cushing. De la AIP no podemos dejar de mencionar el ciclo de Edgar Allan Poe, dirigido por Roger Corman, y donde debemos resaltar sus versiones de " La Caída de la Casa Usher" o " La Máscara de la Muerte Roja", y la cinta "El Palacio Encantado", que de Poe sólo tiene el poema y la atmósfera, pero que es una adaptación nada de despreciable (otras si lo han sido, por desgracia) de un relato del Ciclo de Cthulhu de H. P. Lovecraft: "El Caso de Charles Dexter Ward". De Corman también es más que destacado su alucinógeno film "El Hombre con Visión de Rayos X", una película absolutamente de culto.

Otras cintas a reseñar de la década son las incursiones en el terror de las primeras películas de Roman Polanski: por ejemplo, "Repulsión", cinta que estremece con la perturbadora actuación de Catherine Deneuve, o la joya del cine satánico "El Bebé de Rosemary", con Mia Farrow y producida por el ingenioso artesano del miedo William Castle. (En los años 90, Polanski volvería a incursionar en la temática del satanismo con "La Última Puerta", pero esta vez con un tono abiertamente apologético y gozoso). No podemos olvidar tampoco un par de largometrajes de ciencia ficción emparentados con el cine terrorífico, y más particularmente con el subgénero de los niños diabólicos: nos referimos a los pequeños, y no por ello menos temibles, extraterrestres de "El Pueblo de los Malditos" (dirigida por Wolf Rilla) y su secuela "Los Niños Malditos", de Anton Leader. Ambas películas inglesas están inspiradas en una novela de John Wyndham, autor además del "Día de los Trifidos", que también fue adaptada al cine en Inglaterra. "El Pueblo de los Malditos" cuenta con un excelente remake de John Carpenter, filmado en 1995.

No hemos pretendido ser exhaustivos en esta breve reseña, sabemos que más de una joyita de lo bizarro se nos ha quedado en el tintero. Pero lo que queríamos destacar es la fuerza del cine de terror en los años 60, donde se da algo que muy bien señalaba un fan en uno de los tantos sitios dedicados a este entrañable género; no se trata sólo de que una cinta provoque un salto en la butaca, sino de que el miedo esté en la historia misma, en las implicaciones del argumento, en los horrores que nos acechan detrás de lo cotidiano. A eso le llamamos madurez. Y no podemos olvidar que la década se cierra con "La noche de los Muertos Vivos" de un joven George A. Romero, película gore filmada en blanco y negro, donde los protagonistas no sólo deberán luchar contra el hambre homicida de los muertos que caminan, sino contra la más oscura maldad de sus congéneres con vida, si es que puede llamársele así al "way of life" que nos propone, ya desde esa época, la sociedad de consumo capitalista.

Y nos queda más que claro que las novísimas cintas de miedo de consumo rápido (muy bien envueltas en efectos digitales y pop-corn), junto con muchas otras mercancías actuales, ya no tienen la misma calidad de las de antes, porque la línea del progreso ascendente en el arte y en el capitalismo, no existe.

Miguel Acevedo M.

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