enero 11, 2006

Grandes Mitos de Occidente - 2: La e-topia Internet

La red global digital, el internet, no es sólo un sistema de transporte para el correo electrónico, las páginas web y la televisión digital.
Es una forma completamente nueva de infraestructura urbana que cambiará el aspecto de nuestras ciudades tan espectacularmente como lo hicieron en el pasado el ferrocarril, las autopistas, el suministro de energía eléctrica y las redes telefónicas. (1)
Tal es la propaganda de un libro que especula acerca de las consecuencias en la vida urbana de la Internet y su tecnología asociada. Este mito extrema una posición neo-modernista dándole nueva vida a aquel antiguo mito de principios del siglo XX de que a través de la tecnología, la sociedad se encamina siempre hacia un futuro mejor y lleno de novedad y bienestar. Pues ocurre que esta ilusión se da de bruces con la triste realidad en que vivimos y no hace sino, como en Metrópolis de Fritz Lang, evidenciar la alienación autocomplaciente de las sociedades satisfechas en detrimento de aquellas “en vías de desarrollo”. Algunos eminentes personajes del mundo intelectual estadounidense como Francis Fukuyama (el mismo ex agente de la CIA que a finales de los años ochenta declaró la historia como “terminada”), declaran que la “brecha informatica” que evidencia la existencia de inforicos e infopobres, simplemente no existe. Sin embargo, algunas perlas nos hablan de lo contrario:

* En Manhattan, Nueva York, hay actualmente más conexiones a Internet que en toda Africa, según reconocimiento reciente de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) por boca de uno de sus principales funcionarios.

* Más de la mitad de la población mundial no tiene teléfono mientras que los países desarrollados están saturados de teléfonos móviles, informó en el año 2002 Yoshio Utsumi, secretario general de la UIT.

* En Africa, con 783 millones 700 mil habitantes, existen apenas 3,1 millones de internautas, el 59 por ciento de ellos concentrados en un solo país: Sudáfrica

* El 90 por ciento de los internautas de todo el planeta vive en los países industrializados; en Africa y Medio Oriente solo se encuentra el uno por ciento, y en Estados Unidos y Canadá, el 57 por ciento, según datos de la Organización Internacional del Trabajo, del año 2001.

* En esa misma fecha, Estados Unidos, Canadá y los países nórdicos registraban más de la mitad de la población on-line, en tanto gran parte de Africa, Europa del Este, Centroamérica y Asia tenían menos del uno por ciento de población conectada.

* En el año 2000, el total de usuarios domésticos conectados a Internet era de 118,23 millones, es decir: sólo un cinco por ciento de los más de 6 000 millones que vivimos en nuestra "casa común".

* Aunque en el mismo Estados Unidos -meca de la tecnología- hay desigualdades (45 por ciento de las personas no tiene acceso a Internet), la diferencia entre ese y otros países desarrollados y las naciones pobres, en materia de acceso a las tecnologías informáticas y de comunicaciones, es abismal. Mientras un estadounidense puede comprar un ordenador o computadora personal con un mes de salario, un natural de Bangladesh debe disponer de ocho salarios. El primero tiene además la ventaja de que el 75 por ciento de los contenidos en la red mundial de computadoras están en su idioma, el inglés.

* En Bangladesh, asegura un especialista, con el dinero necesario para conectarse a Internet una familia puede alimentarse todo un año.

* Para América Latina y Central los temas sobre el desarrollo de la economía digital se ven obstruídos por el desnivel de los poderes adquisitivos de las poblaciones y por los altos precios tanto de los soportes físicos/lógicos, la provisión de acceso a la red como las tasas del servicio telefónico. (2)

Sobre la brecha digital existen dos vertientes para acortar las distancias y favorecer el desarrollo, la caracterizada como “visión dominante” centra los esfuerzos en superar la distancia tecnológica y la “visión alternativa” considera que es un error insistir únicamente sobre el factor tecnológico, en la inversión en equipos e infraestructura de redes, desatendiendo la educación y especialmente la economía en otras áreas. Por lo tanto no es el principal problema el puramente tecnológico ya que es notorio que la internet no resuelve problemas cuando existe más de una 50% de población analfabeta e incluso con índices menores pero que no alcanzan a cubrir las necesidades básicas de subsistencia: alimentación, salud, trabajo, contaminaciones ambientales, escasez de agua, etc. La “visión alternativa” considera en concomitancia con el enfoque del Desarrollo Humano que las disfunciones provienen de las desigualdades sociales y económicas y que la brecha digital es producto de otras brechas las que al no ser afrontadas seguirán promoviendo aún más la digital. De manera que -la conectividad- en sí misma no resuelve los problemas, se necesita que personas y grupos comiencen a “apropiarse” de la internet de una forma universal, equitativa, solidaria. Mientras que la versión dominante sigue apostando a crear soluciones -paliativas- con respecto a las infraestructuras tecnológicas y a continuar con la propulsión de la educación virtual.(3)

Para terminar, vale acotar que gran parte del discurso futurista y triunfalista acerca del Internet y las TIC dice relación con el desarrollismo neoliberal desatado que ve en la Internet una de sus puntas de lanza mas atractivas, claro esta, en un medio regulado por los intereses políticos, comerciales y, por supuesto, ideológicos de las corporaciones.

Reisende.


(1) Mitchell, William, E-topía. Vida urbana, Jim, pero no la que nosotros conocemos. Editorial Gustavo Gili, 2001.

(2) Rosabal, Heriberto, Inforicos e Infopobres en Rebelión, http://www.rebelion.org/medios/031210hr.htm

(3) Del Brutto, Bibiana Apolonia, 2001, "¿Cómo puede ser internet una herramienta para el desarrollo social?". Disponible en el ARCHIVO del Observatorio para la CiberSociedad en http://www.cibersociedad.net/archivo/articulo.php?art=13

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enero 08, 2006

Tortura a ritmo de rap y heavy



Las fuerzas de EEUU usan música contra detenidos en cárceles militares. Canciones de Eminem, Doctor Dre, Limp Bizkit, Rage Against the Machine, Metallica y Bruce Springsteen entre otros, son utilizadas en Irak, Afganistán o Guantánamo. Y una curiosidad: canciones de Britney Spears también figuran en la metodología para castigar prisioneros de guerra.



“Te estrangulé hasta la muerte (...) luego te rompí las putas piernas”, rapea Eminem en su elepé “Slim Shady”. Es una letra que cobró una relevancia inesperada a comienzos de semana al trascender que este álbum de Eminem, así como canciones del rapero Doctor Dre, se han utilizado en técnicas de privación de sueño, componente de la tortura sistemática llevada a cabo en una cárcel militar estadounidense en Afganistán. Según un informe de Human Rights Watch, “los detenidos fueron encadenados a la pared durante semanas en la oscuridad” y a veces “colgados en el aire”. Todo ese tiempo “fueron sometidos a música rap y heavy metal puesta a todo volumen”.
Es la nueva música tortura, que deja fritos a los detenidos, según los interrogadores. En la cárcel de Guantánamo se usó a Eminem, Britney Spears, Limp Bizkit, Rage Against the Machine, Metallica y hasta Bruce Springsteen, según explica Moustafa Bayoumi, investigador del Brooklyn College en un artículo en la revista “The Nation”. La canción “Bodies” (cadáveres), de la banda de metal Drowning Pool, fue usada en Afganistán y en Guantánamo. Haj Ali, el iraquí torturado en cárcel de Abu Ghraib en Irak, protagonista de la infame foto del detenido encapuchado obligado a mantenerse en forma de cruz, tuvo que oír hora tras hora, día tras día, el rock de David Gray Babylon, transmitida a todo volumen en su celda. Ya en libertad, después de su calvario, el periodista Donovan Webtser le dejó su I-Pod para oír de nuevo la canción: Haj Ali “se arrancó los auriculares y se deshizo en sollozos”, recuerda Webster. “Con la música tortura nuestra cultura ya no es un medio de expresión individual sino un arma”, comenta Bayoumi. Si los británicos en Irlanda usaron el llamado “white noise” en sus interrogatorios a republicanos irlandeses, los estadounidenses prefieren la música de su país. “Esa gente jamás ha oído heavy metal. No lo soporta”, dijo un interrogador de Guantánamo en “Newsweek”. “Eminem les resulta tan extraño que se vuelven locos”, añadió otro en Afganistán, citado por “ABC” el martes.
“Es irónico porque muchas canciones de Eminem y Doctor Dre instan a las víctimas de injusticias sociales a aguantar y rebelarse”, según explicó a “La Vanguardia” Marcyliena Morgan, especialista en hip hop de la Universidad de Stanford.

Orgullo yanqui


Curiosamente, ninguno de los artistas estadounidenses utilizados en la tortura con música ha protestado. James Hetfield, cantante de Metallica, hasta se mostró “orgulloso” de que su música resultara “culturalmente ofensiva” para los iraquíes. Del nihilismo patriotero del heavy metal norteamericano, las apologías de la tortura pasan a las facultades de Derecho y Filosofía de Harvard y Chicago. Charles Krauthammer, columnista de “The Washington Post”, Premio Pulitzer, doctor por Harvard, eminente psiquiatra y ex integrante del comité presidencial sobre bioética, escribió en el semanario neoconservador “Weekly Standard” que “colgar a un hombe de los pulgares no sólo es permisible sino un deber moral” si se puede obtener información sobre un atentado con armas de destrucción masiva. Coinciden con esta tesis de sadismo utilitario otras eminencias grises como Alan Dershowitz, catedrático en Derecho de Harvard y autor de “The case for Israel”, partidario de un marco legal dentro del cual se permita infligir “dolor atroz” siempre que no deje secuelas, o de Fritz Allhoff, filósofo de la Universidad de Western Michigan. Allhoff sugiere en su artículo “Terrorism and torture” diferentes técnicas “desde lo banal -privación de comida- hasta lo creativo, por ejemplo, arrancar las uñas de los dedos”. Incluye “cargas eléctricas y asfixia o ahogamiento” entre los métodos de “tortura física y psicológica que deben ser permitidos”.
Por supuesto, muchos intelectuales en Estados Unidos han protestado contra la normalización de la tortura. El mes pasado el Pen American Center en Nueva York convocó a 17 escritores -desde Paul Auster y Salman Rushdie hasta David Eggers, Walter Mosley, Sandra Cisneros y Rick Moody- para leer fragmentos literarios en protesta contra la tortura. “Hacía años que luchábamos contra la tortura de escritores en el extranjero, así que estamos muy preocupados de que Estados Unidos sea ya culpable también porque debilita nuestro argumento”, dijo Rushdie, quien pidió apoyo al proyecto de ley antitortura del senador John McCain, que reivindica los tiempos anteriores al 11-S, “cuando éramos diferentes de nuestros enemigos (...) jamás cometíamos abusos”.

En el mismo sentido, otro participante en el acto del Pen Center, Phil Gourevitch, escritor del semanario “The New Yorker”, leyó un discurso de Lincoln de 1838.
Pero el pasado sin tortura es otra falacia. Estados Unidos, como otros países occidentales, ha colaborado en torturas en varias ocasiones, desde El Salvador hasta Vietnam. La diferencia, explica en “The Nation” Naomi Klein, es que esta administración “exige el derecho a torturar sin vergüenza, de manera legítima, con nuevas definiciones y leyes”.

Andy Robinson
"La Vanguardia"

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