La Huelga de Metro no ahoga a Madrid
Todos nosotros (unos más y otros menos) sufrimos el lunes y el martes los efectos de la huelga del metro.
La conurbación madrileña necesita de un transporte barato y masivo que permita a sus habitantes acudir allí donde es necesaria su fuerza de trabajo o su capacidad de consumo, desde los lugares en los que se les ha asignado vivir en función de su renta, y gracias a la huelga de estos días ha demostrado una de sus debilidades.
La huelga de metro no afecta a todos por igual. La sufren los que dependen de éste para llegar a sus trabajos y volver a sus hogares. Pero los que de verdad “no la soportan” son los que nunca lo usan, aquellos para los que trabajan los que sí usan el metro y que ven resquebrajada su capacidad de imponer la disciplina a través de la exigencia de puntualidad (que siguen exigiendo de manera implacable estos días). Son los mismos que ven como la ventaja de utilizar su coche se ve reducida ante el desbordamiento de la capacidad de las calles para absorber la movilidad que el metro no abastece. Tampoco la soportan los que ven esta huelga como un presagio de nuevas movilizaciones ante posibles recortes económicos y sociales. Los que menos la soportan son aquellos que menos sufren la crisis gracias al esfuerzo de los que sí la están padeciendo.
Pero la huelga es más o menos importante, tiene un culpable u otro según la información que recibimos de ella. ¿Pero quién nos informa de la huelga? Nos informan los medios de comunicación propiedad de empresas que han reducido al máximo sus plantillas, que mantienen sus informativos gracias a un ejército de becarios a la búsqueda de estabilidad laboral. Opinan sobre la huelga un reducido número de tertulianos, siempre asociados a algún grupo económico o a algún partido político. ¿De qué nos van a informar? Del caos, de la gente que no llega puntual (se refieren a los empleados, no a sus jefes), de las pérdidas (¿quiénes de ellos pierden?). Y cuando no pueden más llegan a exigir "disciplina", como si la ciudad fuese un cuartel y los ciudadanos una masa de soldados que marchan al paso a la orden de mando.
Esta huelga ocurre por dos causas básicas que si nos sucediesen a cualquiera de nosotros nos indignarían: por una bajada de salarios fruto de la interpretación unilateral del gobierno de Esperanza Aguirre de un decreto que no es de aplicación a la empresa del metro de Madrid, y por la fijación de unos servicios mínimos que buscan que la huelga no cause ninguna molestia a nadie.
Ninguna de las dos causas de la huelga es achacable a los trabajadores. Si existe alguna duda sobre la aplicación de un decreto, no puede hacerse perjudicando a la parte más débil. Y si se quieren establecer unos servicios mínimos habrá que demostrar que sin ellos es imposible el funcionamiento de la ciudad y Madrid sin metro pudo funcionar, nadie faltó a su trabajo, varios miles de personas acudieron al ver el partido del mundial al Bernabeu, la gente pudo comer y tuvo luz y agua. Probablemente podría haber habido un mejor funcionamiento si se hubiese realizado un autentico plan de movilidad alternativo, reduciendo el uso del vehículo privado, utilizando el máximo número posible de autobuses (que circularían sin problemas por calles en las que estaría restringido el paso de los vehículos privados), establecimiento de líneas de autobuses alternativas al metro, y tras el estudio y planificación de estas medidas la propuesta de, ahora sí, unos servicios mínimos.
Pero no nos engañemos, la estrategia de la Comunidad de Madrid no es asegurar la calidad de movilidad de los madrileños ni la de reducir su deuda o sus gastos, es la de ganar nuevos espacios para aplicar sus políticas neoliberales (en realidad neo-autoritarias), señalar como culpable a cualquier sector con capacidad de organización y presión, adoctrinar a la población sobre el peligro que supone que alguien ponga en duda su visión de un futuro sin organizaciones sindicales ni ciudadanos críticos. Un orden en el que unos quedan relegados a los subterráneos de la ciudad, en la oscuridad de los que no tienen acceso a los medios de comunicación, mientras que los otros pasean a la luz del sol exhibiendo sus brillantes automóviles, mientras sus voceros llenan las tertulias de las nuevas televisiones que ellos mismos adjudicaron. Un mundo Feliz y sin estridencias, en los que uno puede pasar meses sin pisar el metro.
Agustín Hernández Aja
Madrid, 1 de julio de 2010
La conurbación madrileña necesita de un transporte barato y masivo que permita a sus habitantes acudir allí donde es necesaria su fuerza de trabajo o su capacidad de consumo, desde los lugares en los que se les ha asignado vivir en función de su renta, y gracias a la huelga de estos días ha demostrado una de sus debilidades.
La huelga de metro no afecta a todos por igual. La sufren los que dependen de éste para llegar a sus trabajos y volver a sus hogares. Pero los que de verdad “no la soportan” son los que nunca lo usan, aquellos para los que trabajan los que sí usan el metro y que ven resquebrajada su capacidad de imponer la disciplina a través de la exigencia de puntualidad (que siguen exigiendo de manera implacable estos días). Son los mismos que ven como la ventaja de utilizar su coche se ve reducida ante el desbordamiento de la capacidad de las calles para absorber la movilidad que el metro no abastece. Tampoco la soportan los que ven esta huelga como un presagio de nuevas movilizaciones ante posibles recortes económicos y sociales. Los que menos la soportan son aquellos que menos sufren la crisis gracias al esfuerzo de los que sí la están padeciendo.
Pero la huelga es más o menos importante, tiene un culpable u otro según la información que recibimos de ella. ¿Pero quién nos informa de la huelga? Nos informan los medios de comunicación propiedad de empresas que han reducido al máximo sus plantillas, que mantienen sus informativos gracias a un ejército de becarios a la búsqueda de estabilidad laboral. Opinan sobre la huelga un reducido número de tertulianos, siempre asociados a algún grupo económico o a algún partido político. ¿De qué nos van a informar? Del caos, de la gente que no llega puntual (se refieren a los empleados, no a sus jefes), de las pérdidas (¿quiénes de ellos pierden?). Y cuando no pueden más llegan a exigir "disciplina", como si la ciudad fuese un cuartel y los ciudadanos una masa de soldados que marchan al paso a la orden de mando.
Esta huelga ocurre por dos causas básicas que si nos sucediesen a cualquiera de nosotros nos indignarían: por una bajada de salarios fruto de la interpretación unilateral del gobierno de Esperanza Aguirre de un decreto que no es de aplicación a la empresa del metro de Madrid, y por la fijación de unos servicios mínimos que buscan que la huelga no cause ninguna molestia a nadie.
Ninguna de las dos causas de la huelga es achacable a los trabajadores. Si existe alguna duda sobre la aplicación de un decreto, no puede hacerse perjudicando a la parte más débil. Y si se quieren establecer unos servicios mínimos habrá que demostrar que sin ellos es imposible el funcionamiento de la ciudad y Madrid sin metro pudo funcionar, nadie faltó a su trabajo, varios miles de personas acudieron al ver el partido del mundial al Bernabeu, la gente pudo comer y tuvo luz y agua. Probablemente podría haber habido un mejor funcionamiento si se hubiese realizado un autentico plan de movilidad alternativo, reduciendo el uso del vehículo privado, utilizando el máximo número posible de autobuses (que circularían sin problemas por calles en las que estaría restringido el paso de los vehículos privados), establecimiento de líneas de autobuses alternativas al metro, y tras el estudio y planificación de estas medidas la propuesta de, ahora sí, unos servicios mínimos.
Pero no nos engañemos, la estrategia de la Comunidad de Madrid no es asegurar la calidad de movilidad de los madrileños ni la de reducir su deuda o sus gastos, es la de ganar nuevos espacios para aplicar sus políticas neoliberales (en realidad neo-autoritarias), señalar como culpable a cualquier sector con capacidad de organización y presión, adoctrinar a la población sobre el peligro que supone que alguien ponga en duda su visión de un futuro sin organizaciones sindicales ni ciudadanos críticos. Un orden en el que unos quedan relegados a los subterráneos de la ciudad, en la oscuridad de los que no tienen acceso a los medios de comunicación, mientras que los otros pasean a la luz del sol exhibiendo sus brillantes automóviles, mientras sus voceros llenan las tertulias de las nuevas televisiones que ellos mismos adjudicaron. Un mundo Feliz y sin estridencias, en los que uno puede pasar meses sin pisar el metro.
Agustín Hernández Aja
Madrid, 1 de julio de 2010
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