Acerca de "complots terroristas"
Un analista de inteligencia del diario “The Guardian” pone en duda el último plan terrorista.
Por Craig Murray
Hasta la fecha, ninguno de los 23 musulmanes británicos arrestados por el supuesto megacomplot contra 10 aviones en vuelo ha sido inculpado formalmente de crimen alguno. Puesto que aún no hay evidencia clara de lo que fue anunciado como “inminente” y que traería “asesinatos masivos en una escala inimaginable”, lo menos que podemos decir es que el caso es extraño. El martes fue arrestado con gran despliegue mediático el conspirador número 24. Sin embargo, fue liberado al día siguiente sin cargo alguno.
Los análisis de los medios han estado llenos de información alimentada por la policía y las fuerzas de seguridad británicas. En general, los periodistas son personas honorables cuando reportean este tipo de casos. Sus fuentes, desgraciadamente, no lo son. A diferencia de la manada de expertos en seguridad, yo gozo de acceso a los más altos niveles de seguridad, he realizado un volumen enorme de análisis de inteligencia y he estado en el interior de la máquina giratoria. Y les ratifico que soy muy escéptico ante la historia que se ha urdido.
Ninguno de los supuestos terroristas había fabricado una bomba. Ninguno había comprado un pasaje de avión. Varios ni siquiera tenían pasaporte. Sería muy difícil convencer a un jurado que estos individuos estaban a punto de cometer atentados suicidas, por más que alardearan que lo harían.
Es más, muchos de los arrestados estaban bajo vigilancia policial hace más de un año –como miles de otros musulmanes británicos–. Y no solo musulmanes. También yo. Ningún elemento surgido de esa vigilancia indicaba la necesidad de un arresto inminente.
Entonces, surgió un interrogatorio en Pakistán que reveló esta asombrosa trama para hacer explotar en vuelo a múltiples aviones. Por supuesto que los interrogadores del dictador paquistaní saben cómo hacer cantar a la gente como canarios. Como lo pude verificar en Uzbekistán, es posible obtener la información más extraordinaria de personas desesperadas con tal de evitar la tortura o de pararla. Lo que no se obtiene es la verdad.
También queda la extraordinaria interrogante de por qué Bush y Blair discutieron estos arrestos una semana antes de que ocurrieran. ¿Por qué? Ambos con problemas domésticos, añoraban un giro para cambiar la situación. La información de inteligencia de Pakistán, por más dudosa que fuera, les dio una oportunidad. Todas las portadas del mundo hicieron comparaciones con los atentados del 11 de septiembre de 2001.
Y entonces nos encontramos con la espantosa propaganda política del ministro del Interior del Reino Unido, John Reid, advirtiéndonos anticipadamente del mal que nos amenaza y quejándose de que algunas personas “no entienden” por qué debemos abandonar nuestras libertades tradicionales.
Jamás sabremos ahora si alguno de los que fueron arrestados hubiese manufacturado una bomba o comprado un pasaje de avión. Muchos de ellos no encajan en el perfil que uno espera de un terrorista suicida. Como todos estaban siendo igualmente vigilados y constaban en las listas de alerta de los aeropuertos, existía poco peligro si se les dejaba actuar y acercarse a la materialización de los crímenes; eso es lo que hubiéramos hecho con el IRA.
En todo esto, de lo único que estoy seguro es que su “timing” fue profundamente político. Esto es más propaganda que complot. Más de mil musulmanes británicos han sido arrestados bajo la nueva legislación antiterrorista, pero sólo 12% de ellos han sido procesados. Esto es hostigamiento a gran escala. De los procesados el 80% ha sido sobreseído. La mayoría de las condenas -el 2% de los arrestos- no tienen nada que ver con el terrorismo, sino que con delitos menores descubiertos por la policía mientras inquirían en vidas que arruinaron.
Es obvio que el terrorismo islámico existe. Pero su fortalecimiento es potenciado por nuestra política exterior neoconservadora, por nuestro apoyo a regímenes abominables, y por nuestras violaciones a los derechos de los musulmanes del Reino Unido. Ahora, David Cameron (líder concervador) se ha unido a Blair y Reid para obtener beneficios políticos del miedo que han engendrado. No confíen en los políticos que buscan beneficiarse con el terror. Sean escépticos. Sean muy, muy escépticos.
(Nota del posteador: reproduzco este texto por considerarlo un muy buen análisis de los últimos acontecimientos internacionales, y que además va contra la corriente de toda la histeria antiterrorista con que nos machacan hoy las megacadenas informativas, y los servicios de inteligencia de las grandes potencias. Eso si, no comparto para nada la afirmación del autor cuando dice "En general, los periodistas son personas honorables".)
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