agosto 03, 2005

Campos de Batalla 1


URBANO


Qué ciudad, exclamaron él, ella, ellos. Que ciudad más paupérrima, dijeron, caminando por calles largas como las tres de la tarde, llenas de tarros de basura y perros flacos ladrándole a la realidad de las sombras. Que ciudad más alegre, cantaron, entrando a locales con juegos de video o yendo a fiestas en jardines techados o sin más techo que el parrón bajo la luna sosteniendo al resto de la noche. Que ciudad más bella, musitaron, convertidos en una pareja. El, de pantalones oscuros y corbata burdeo; ella, con un escotado vestido negro, mirándose sobre las copas y sentados en un mullido sillón, envueltos en la música del equipo cuadrofónico en el último piso de un lujoso edificio, mientras por la acera pasaba un muchacho iluminado por los postes de luz, reprimiendo las lágrimas, pensando que su mejor amiga sólo era eso, y su novia la silueta de un fantasma visto en el espejo.

LOS PLANOS QUE CRUZA UN POEMA

Al fondo del reloj
en su esfera
se ve el brillo de las estrellas
y de las avenidas
con sus aceras y casas
apuntando hacia el mar
donde desembocan.
El mar como una gota
como una línea azul de horizonte
más allá del arco de la arena
la playa
donde está un hombre leyendo un libro
las letras del libro
este poema.


LA NOCHE DE LOS MUERTOS VIVIENTES

Cuidado, Bárbara.
Visitar con tu hermano el cementerio
un día de agosto de 1989
puede ser una mala idea.
Mala para tus nervios
y para tu hermano.
Quizá sea buena
para que veas el lado oscuro de las cosas
expuesto a pleno día
e inundando la noche.
Aprenderás
que hay que rematar a los muertos
y odiar a muchos vivos.
Y cuando veas
a la luna atravesando el cielo
como una daga
apuñalando la espalda,
el silencio será tan grande
que podrás oír los vagos pensamientos
de los muertos que caminan allá afuera.


Miguel Acevedo M.


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