febrero 19, 2011

La Muerte de los Cines de Santiago Centro


Hace ya varias semanas atrás, cerró el cine Gran Palace. Si a eso le sumamos el cierre del Hoyts del paseo Huérfanos (donde estaba el antiguo cine Rex), ya casi no quedan cines en el centro de Santiago. Están el Cine Arte Normandie (que se mantiene a pesar de los embates de los elementos y del mercado) y el Cine Arte Alameda, pero un poco en la periferia de lo que todos comúnmente llamamos “el centro”. Y sin contar las salas que exhiben cintas triple X (como el Nilo, el Mayo o el Capri), lo que estamos viendo es lisa y llanamente la muerte de las salas de cine, en una zona que estuvo caracterizada precisamente por su existencia.
Su servidor creció en los años 70 y 80 (la década del 80 aún está en pleno revival aquí en Chile), y cuando con mis amigos íbamos al centro, un panorama seguro era ir a ver una película al cine. Sea con mis papás, o luego sólo con mi hermano y mis amigos, se podía ir al Windsor, al Ducal, al Rex, al impresionante cinerama del Santa Lucía, al Bandera, al Central, al Huérfanos, al Huelén (que se especializaba en dar cine infantil), al Victoria, al Astor o al Lido. Alguna vez también existieron el cine Metro, el España, el Toesca y el Alfil. Y además estaban las salas que daban las películas luego del estreno, solas o en programas doble, como el City, el York, Cinelandia o el cine Río. Y también los inolvidables cines de barrio, como el California o el cine arte de la Universidad Católica, en la plaza Ñuñoa. Y el mítico cine Prat, en el barrio Franklin… (cito a mi hermano: “el punto es que si hubiese existido tarjeta de socios del cine Prat, nosotros hubiésemos sido los primeros en la lista” http://poetalandia.blogspot.com/2008/05/otra-sobre-king-kong.html )En los 90 y hasta los primerísimos años 2000, varias de estas salas siguieron sobreviviendo, pero una a una sucumbieron a la feroz modernización capitalista, en su fase neoliberal. Algunas se remodelaron y trataron de adaptarse al nuevo aspecto, y dinámica, del negocio cinematográfico, volviéndose multisalas, y con una confitería más al estilo yanqui, pero estaban en sus últimos estertores y nada las pudo salvar, ni a las hace muchos años extintas salas del multicine Rex, ni al renovado cine Gran Palace. Los últimos días fueron sin pena ni gloria. Y más de alguien habrá pensado cínicamente, que no hay lugar para la nostalgia ni la melancolía en el reino del business.

No he sido riguroso en esta nota, ni pretendía serlo. No están nombradas todas las salas del circuito cinematográfico de Santiago centro, ni mucho menos los numerosos cines de barrio. Solamente quería recordar que hubo vida antes de los 2000, antes de los pop corn y los estrenos simultáneos de una película en Chile y en Estados Unidos, antes de los esnob que creen que la creación audiovisual nació con Internet, antes de los “creadores” eternamente becados por los Fondart, o de los consumidores que entran al complejo de salas actual y ven cualquier película que se haya estrenado. Y donde la crítica de cine (con escasas y honrosas excepciones, por supuesto) es simple exaltación de las cintas más comerciales, entrega de datos de taquilla, recaudaciones y costos en dinero, entrevistas sin ningún contenido a la fugaz estrella de moda, y otras lindezas que se supone serían propias de un “crítico de arte”, (hoy sólo comentarista de espectáculos). Qué lejos estamos de los años en que se estrenaba kaijú en el cine (como “La Guerra de los Monstruos” o “La Furia de King Kong”, ambas de Ishiro Honda), o en un plano muy distinto, pero igual de extraño para la supuestamente glamorosa realidad de hoy, se podía ir a ver “100 niños esperando un tren” en plena dictadura militar, cuyos censores la catalogaron para mayores de 18 ó 21 años, con tal de poner trabas a su exhibición, y donde los protagonistas no eran actores que luego del estreno comercial se les iban los humos a la cabeza, sino niños de un taller de séptimo arte en la población Lo Hermida… (Y por favor, por estos párrafos no me vengan después con que soy de los superficiales con nostalgia del pasado mejor, que lo más terrible que les pasó en esa época era que no podían carretear tranquilos en la madrugada por culpa del toque de queda. Tengo la memoria intacta, y estos no son mis únicos recuerdos de los años de la dictadura de Pinochet, y lo joven que era no me impedía saber lo que pasaba a ojos de todo el mundo).
A fin de cuentas, la muerte de los cines de Santiago centro, lo único que logra es volver un poco más fea a esta ciudad.

Para terminar, los invito a leer un muy buen texto sobre el desaparecido cine Lido, en el siguiente enlace:

http://www.mabuse.cl/articulo.php?id=86440


“Teatros no Cines: Se suele incurrir en una pequeña confusión cuando se recuerda que los cines de esa época eran denominados teatros. El motivo es porque los propietarios no sólo exhibían filmes en sus dependencias, sino también lo combinaban con funciones teatrales, cuyas compañías muchas veces eran de gran número, según fuesen las condiciones del recinto.” ( Cines de Santiago Centro, por Alberto Angerstein y otros, en Cinema Paraíso, número 1, mayo 2005)

Miguel Acevedo
http://ledicenpoesia.blogspot.com/


3 comments:

Anónimo,  8:50 p.m.  

SE RECUERDA CON NOSTALGIA LA EPOCA DE LOS FAMOSOS CINES DEL CENTRO DE SANTIAGO....COMO NO MENCIONAR AL ASTOR, HUERFANOS, REX, LIDO EN FIN TANTAS SALAS DONDE APRENDI A AMAR EL CINE!
JORGE URIBE ALVAREZ
CLASES DE CULTURA CINEMATOGRAFICA.
juribea59@gmail.com














































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Unknown 5:12 p.m.  

hola miguel mi nombre es Alberto Angerstein, yo fui el que hizo la nota de los antiguos teatros cinematográficos en cinema paraiso, me gusto la nota que publicaste y me gustaria poder estar en contacto contigo, saludos cordiales

B blogzine 4:31 p.m.  

Hola Alberto! debo confesarte de que ese número de Cinema Paraiso lo tengo atesorado. Es un muy buen artículo. Si quieres me puedes escribir a mfkarlos@hotmail.com

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