diciembre 25, 2005

Grandes Mitos de Occidente - 1: Salvar el Mundo del Terrorismo

Cuando estamos ad portas de un nuevo año, parece altamente conveniente indicar algunos de los mitos caros a nuestra ideología occidental oficial. Por ello, y para empezar, hemos elegido a uno de los solitarios más influyentes en el ámbito ideologico ante la politica exterior e interior norteamericana. Nos referimos, claro, a Noam Chomsky.

Ya hemos incluido algun material de este autor hace un tiempo cuando se desató la "guerra contra el terror" de USA en 2001, material que pueden consultar en nuestros archivos haciendo click en el enlace que sigue:

Archivo Chomsky

Pues bien, esta vez, y motivados por la lectura del interesantísimo libro Hegemonía o Supervivencia, La Estrategia Imperialista de Estados Unidos, edición en español de Ediciones B, 2004, Barcelona o su versión en ingles Hegemony or Survival , hemos elegido reproducir un texto llamado El Autismo del Imperio, firmado por Chomsky en 2004, publicado por Le Monde Diplomatique y traducido por Rocío Anguiano para la web Rebelión.

Ciertamente un texto de interés para comenzar a esbozar la mitologia occidental de la primera década del siglo XXI.


El autismo del imperio

Noam Chomsky
Le Monde Diplomatique. Traducido por Rocío Anguiano

En contra de lo que se podría pensar, las ocupaciones militares, incluso cuando se realizan del modo más brutal, pueden salir triunfantes. Sirva como ejemplo la ocupación por parte de Hitler de Europa occidental o la de los países de la Europa del Este por parte de Rusia durante la posguerra. En ambos casos, los territorios ocupados estaban gobernados por colaboradores que tenían a su disposición aparatos locales civiles y militares y que contaban únicamente con el apoyo de las tropas de los ocupantes. En el caso de Hitler surgió una valiente resistencia, pero sin la ayuda exterior habría sido eliminada. En Europa del Este (así como en Rusia), Estados Unidos trató de apoyar a la resistencia antisoviética hasta principios de la década de 1950, sin éxito.
Consideremos, en cambio, la invasión de Irak. Ha acabado con dos regímenes monstruosos, uno del que se podía hablar, otro del que no. El primero era el reino del tirano; el segundo las sanciones impuestas por Estados Unidos y Gran Bretaña, que han matado a centenares de miles de personas, devastado la sociedad, reforzado el poder del tirano y obligado a la población a confiar en él para sobrevivir (a través del racionamiento), preservando, de este modo, a Saddan Hussein del destino de otros dictadores apoyados por distintos gobiernos de Estados Unidos y, en particular, por los miembros y amigos de la actual administración americana –Suharto, Marcos, Duvalier, Mobutu, etc.- que fueron derrocados desde dentro. Algo así era plausible antes de la guerra.
No hay duda de que la población ha acogido bien el fin de las sanciones y el fin del régimen de Saddam Hussein; los que se oponían a la guerra contra Irak en todo el mundo también, aunque este hecho se haya ocultado por parte de la administración actual. Pero se podían suprimir las sanciones sin conflicto; además, si estas hubieran sido abolidas, la población probablemente habría logrado librarse de la dictadura. Las investigaciones del inspector David Key, nombrado por el presidente George Bush tras la victoria, no solo han desmentido de forma clara la presunta posesión de armas de destrucción masiva por parte de Irak, sino que también han demostrado que, en los años anteriores a la invasión norteamericana, el poder que ejercía Saddam Hussein era muy frágil. Todo ello ha confirmado, a posteriori, las tesis de numerosos expertos que conocían bien la situación interna de Irak. Por ejemplo, Denis Halliday (1) y Hans van Sponeck, coordinadores de la ayuda humanitaria de la Organización de Naciones Unidas (ONU) habían afirmado repetidas veces que, si el embargo y las sanciones impuestas por Washington y Londres no hubieran afectado a la población, los mismos iraquíes se habrían ocupado de derrocar al tirano.
Sabemos que las intervenciones militares pueden tener efectos secundarios positivos: así, el bombardeo de Pearl Harbour por parte de la aviación japonesa, en diciembre de 1941, condujo a la expulsión de las potencias imperiales occidentales de Asia, salvando así los millones de vidas que se habrían perdido en las guerras de liberación. ¿Justifica esto el fascismo japonés y sus crímenes? Está claro que no. Y estoy convencido de que la agresión japonesa contra Estados Unidos fue un crimen de guerra, el “crimen capital” según el tribunal de Nuremberg.
Arthur Schlessinger, el historiador americano de mayor prestigio, al iniciarse los bombardeos de Irak, recordaba con toda la razón el precedente de Pearl Harbour. El presidente Franklin D. Roosevelt, escribía, no se equivocaba cuando decía que el ataque japonés era una fecha señalada en la infamia y que los norteamericanos deberían vivir el ataque contra Irak como una infamia comparable a la de la política imperial japonesa.
Con el fin de los dos regímenes, el de las sanciones y el de Saddam Hussein, Estados Unidos disponía de inmensos recursos para reconstruir Irak. La población se sentía aliviada y la resistencia no tenía prácticamente ningún apoyo externo. Sin embargo, esta se ha ido desarrollando en el interior, básicamente en respuesta a la violencia y a la brutalidad de los invasores. Hacia falta verdadero talento para sufrir un fracaso...
Y es que la invasión ha desencadenado un ciclo de violencia que ha engendrado, a su vez, todavía más violencia, como demuestran los terribles combates en Faluya en donde los civiles iraquíes son las primeras victimas. Si los vínculos entre el antiguo régimen iraquí y la red terrorista Al-Qaida no han existido nunca, todo el mundo admite que el Irak ocupado se ha convertido en un “santuario de terroristas”. Esto lo ha demostrado de forma especial Jessica Stern, especialista en terrorismo de la Universidad de Harvard, en un estudio publicado por el New York Times (2) tras la destrucción de la sede de la ONU en Bagdad.
La guerra contra Irak se llevó a cabo a pesar de la oposición de la opinión pública internacional, que temía que esta agresión llevara a una diseminación del terrorismo. La administración George Bush consideró este riesgo como menor comparado con la perspectiva de hacerse con el control de Irak y de sus riquezas, de lanzar la primera “guerra preventiva” y de reforzar su influencia en el panorama interno norteamericano.
Por otra parte, la “guerra contra el terrorismo” ha fracasado y los ataques sangrientos se han extendido por todo el mundo. Para desgracia de sus habitantes, el número de ciudades a las que ha alcanzado el terror tras el 11 de septiembre de 2001 no deja de aumentar, especialmente después de la guerra de Irak. Actualmente incluye a Bagdad, Casablanca, Estambul, Yakarta, Jerusalén, Haifa, Ashdod, Mombasa, Moscú, Riyad y Madrid. Antes o después, a este ritmo, es posible que el terrorismo y las armas de destrucción masiva acaben por juntarse en el seno de una misma organización violenta cuyos ataques podrían ser aún más terribles.
El concepto de “guerra preventiva” tan apreciado por Bush ha revelado su verdadera naturaleza: un simple eufemismo para poder agredir libremente a quien se quiera. El carácter arbitrario y peligroso de esta doctrina, y no solamente su aplicación en Irak, fue lo que dio lugar en febrero de 2003 a las grandes protestas contra la invasión, rechazo que se ha ido ampliando a partir de entonces, especialmente por la incapacidad de Washington para probar que el régimen de Saddam Hussein poseía armas de destrucción masiva, una acusación que apunta a una gran mentira de Estado.
En abril de 2003, los sondeos de opinión mostraban que los ciudadanos americanos deseaban que la ONU ejerciera la responsabilidad principal durante la posguerra en la reconstrucción política y económica de Irak. A pesar de todo, el fracaso de la ocupación resulta sorprendente, dada la potencia militar y los recursos con los que cuenta Estados Unidos y ha llevado a la administración Bush a dar marcha atrás y a resignarse a solicitar la ayuda de Naciones Unidas. Sin embargo, la ONU querría saber si Irak va a ser algo más que un Estado vasallo de Washington. Norteamérica construye en Bagdad su sede diplomática más grande del mundo con 3000 funcionarios, lo que indica claramente que el trasvase de soberanía previsto para el próximo 30 de junio de 2004 será muy limitado.
Este sentimiento se ve reforzado por la pretensión norteamericana de mantener en Irak importantes bases militares y una gran presencia de sus fuerzas armadas. Esta voluntad de hacer de Bagdad su vasallo, se confirma asimismo por las ordenes dadas por Paul Bremer, el procónsul de Washington, para que la economía local permanezca abierta y controlada por los extranjeros. La pérdida del control de la economía reduce radicalmente la soberanía política y las perspectivas de un desarrollo sano. Es una de las lecciones más claras de la historia. Ningún país colonizado ha podido desarrollarse mientras su política y su economía han estado dominadas por la potencia ocupante.
En diciembre de 2003, una investigación del Program on International Policy attitudes/Knowledge Networks señaló que la misma población norteamericana solo apoya de forma muy débil la decisión de mantener, permanentemente, una fuerte presencia militar en Irak. Esta inquietud popular proviene del hecho de que la gente no cree en la justicia de la causa. Si esta se reflejara en las urnas, el próximo mes de noviembre, podría provocar un cambio político importante. Incluso si la oferta electoral en Estados Unidos es muy reducida y si la gente sabe que las elecciones normalmente están amañadas. Al candidato demócrata John Kerry se le describe a veces como un “Bush con pocas calorías”, Sin embargo, puede ocurrir que las dos facciones de lo que llaman el “Partido de los empresarios” presenten políticas diferentes. Pequeñas variaciones, al principio, entre los dos candidato pueden dar lugar, a la larga, a impactos gigantescos y de naturaleza muy contrastada según que el elegido sea Bush o Kerry. Eso se confirmará el próximo mes de noviembre como se confirmó en el 2000 cuando se enfrentaron Bush y Albert Gore.
Bush expone así su doctrina: “Liberar el mundo del mal y del terrorismo”. “Declarar la guerra al terrorismo, afirmó tras el 11 de septiembre de 2001, supone también declarar la guerra a cualquier Estado que de refugio a los terroristas. Porque un Estado que acoge en su suelo a terroristas es a su vez un Estado terrorista y debe por lo tanto ser tratado como tal”. En nombre de esta doctrina, Bush declaró la guerra a Afganistán en el 2001 y a Irak en el 2002. Y amenaza a otros países como Siria. Podemos preguntarnos si Bush realmente es coherente, ya que hay muchos otros Estados que acogen terroristas, que los protegen y a los que ni se bombardea ni se les invade. Empezando por... ¡los mismos Estados Unidos!
Es sabido que desde 1959 los Estados Unidos han apadrinado ataques terroristas contra Cuba. Entre ellos se pueden señalar la invasión de la bahía de Cochinos en 1961, el ametrallamiento aéreo contra civiles, las bombas en lugares públicos de la Habana y en otros sitios, el asesinato de funcionarios, la destrucción en vuelo de un avión de línea cubano en 1976 que causó más de ochenta muertos, así como decenas de complots para matar a Fidel Castro. Uno de los terroristas anticastristas más conocidos, acusado de ser el cerebro del atentado contra el avión civil en 1976, es Orlando Bosch. En 1989, George Bush padre anuló la decisión del Ministerio de Justicia que había denegado una solicitud de asilo formulada por Bosch. En consecuencia, vive tranquilamente en Estados Unidos en donde prosigue con sus actividades anticastristas.
La lista de terroristas que han encontrado refugio en Estados Unidos incluye también a Emmanuel Constant, de Haití, conocido por el nombre de “Toto”, un antiguo líder paramilitar de la época de los Duvalier. “Toto” es el fundador del Frente Revolucionario para el Avance y el Progreso de Haití (FRAPH), grupo paramilitar que, a las ordenes de la junta que derrocó al presidente Aristide, aterrorizó a la población de 1990 a 1994. Según informes recientes, “Toto” vive en el Queens en Nueva York. Y Washington ha denegado la petición de extradición presentada por Haití. ¿Por qué? Porque “Toto” podría revelar los vínculos entre Estados Unidos y la junta culpable de haber hecho asesinar –por los hombres del FRAPH- entre 4000 y 5000 haitianos... Hay que añadir que entre los gansters que han participado, al lado de las fuerzas americanas, en el reciente golpe de estado contra el presidente Aristide figuran varios ex dirigentes de la organización terrorista FRAPH.
Washington rehuye continuamente entregar a aquellos que le han servido bien, incluso cuando se trata de terroristas. Así, en febrero de 2003, Venezuela pidió la extradición de dos oficiales que habían participado en el golpe de estado del 11 de abril de 2002 contra el presidente Hugo Chávez y que, acto seguido, habían organizado un atentado en Caracas para después huir a Miami, en donde encontraron refugio. Claro está, Washington la denegó.
Y es que no todos los terroristas son iguales. Y los que sirven a los intereses de Estados Unidos no deberían ser calificados con la fea palabra “terroristas”. Son los nuevos “combatientes de la libertad”, como llamaban los medios de comunicación antes al mismo Osama bin Laden, en la época en la que aterrorizaba a los soviéticos por cuenta de Estados Unidos...

1.

Véase Denis Halliday, “Des sanctions qui tuent”, Le Monde diplomatique, enero de 1999.

2.

Jessica Stern, “How America Created a Terrorist Haven”, The New York Times, 20 de agosto de 2003.



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diciembre 03, 2005

King Kong en Cartagena

En los años 70 –y hasta inicios de la década de 1990- había en el popular balneario de Cartagena* dos cines. Uno era el cine Central, que quedaba en la calle Casanova casi al llegar a la Plaza de Armas, y que estaba pegado a la iglesia más importante de la ciudad. Y el otro era el cine Francia, ubicado al comienzo de la conocidísima Terraza, paseo obligatorio de todas las noches, y junto a la concurrida Playa Chica. Todos lo veranos era religiosamente obligatorio para mí, mi hermano y mis tías y tíos ir a esos cines, a ver los estrenos del año anterior, repuestos ahí para aprovechar el público de la temporada veraniega. Y el verano de 1978 fue el verano de King Kong, la gigantesca octava maravilla del mundo.
Durante 1977 habían estrenado en Santiago la superproducción "King Kong" (1976), dirigida por John Guillermin y producida por Dino de Laurentiis, y unas semanas antes un distribuidor local, aprovechando la inminente llegada a las salas de esta cinta, aprovechó de estrenar "La Furia de King Kong", con un cartel similar al de la película de Laurentiis, pero que en realidad era "King Kong Escape", cinta japonesa de 1967 dirigida por el legendario creador de películas de kaiju eiga (monstruos gigantes con cremallera incluida) Ishiro Honda. Cabe señalar que en esta cinta nipona, un Kong de ojos azules se enfrentaba en su isla misteriosa a una serpiente marina y a un tiranosaurio que lanzaba patadas voladoras, y luego en el clímax que tenía lugar en Tokio, combatía contra Meca-Kong. Bizarrísima. En los diarios de la capital incluso salió publicado un aviso, donde otros distribuidores cinematográficos recalcaban que esta película no tenía nada que ver con el inminente estreno que todos esperaban**. Bueno, así que ese verano tuvimos a Kong en la playa por partida doble, en la versión japonesa y en la versión gringa, yendo a ver esta última unas cuatro veces (¡si, cuatro veces!) para admirar a la hermosa Jessica Lange cuando era joven, y ver la inolvidable batalla final de Kong contra los helicópteros en la cima de las hoy inexistentes Torres Gemelas. Debo confesar que prácticamente en la última de esas ocasiones en que me repetí la película, fui recién capaz de no taparme los ojos y ver completa la secuencia en que Kong le abría el hocico a la serpiente gigante contra la que luchaba a los pies de las montañas donde quería subir con su amada. Todas las funciones en el cine Central fueron con la sala llena. Y luego, en las tardes de los días siguientes, después de la bajada a la playa de rigor, y tras tomar once con el infaltable pan de huevo, jugábamos con los amigos de ese verano en la calle con un gorila de juguete comprado en cualquier parte, y que para la ocasión obviamente era Kong, luchando contra otros monstruos inventados por nosotros.
Un par de veranos después reestrenaron "King Kong" en el cine Francia. Recuerdo haber pasado junto al cine en la noche, de camino a la Terraza, y había una fila de público esperando para entrar a la última función. Realmente King Kong fue un éxito de taquilla en Cartagena.
No voy a hacer aquí una crítica cinematográfica del film de Guillermin, que no he visto de nuevo hace muchos años. Me parece que es de esas películas que con el paso de los años logra volver más notorios sus defectos, cosa que no pasa con la cinta original de 1933. Lo único que quiero señalar es por qué fui a verla tantas veces, y parto aclarando que no fue por Jessica Lange. En el afiche oficial de la cinta, Kong salía sobre las Torres siendo atacado por varios helicópteros militares, y con un jet ardiendo en la mano. Pero en otro de los afiches Kong salía rodeado sólo por jets de combate***, y yo esperaba que en una de las ocasiones en que volvía a ver la película pasaría eso, que cambiaría el final y efectivamente Kong sería atacado por los famosos jets. Pero obviamente eso nunca ocurrió, por más veces que viera de nuevo la cinta. Como tampoco se materializó en ninguna función la secuencia que prometía otro de los carteles publicitarios alternativos de la película, donde Kong salía luchando contra la serpiente gigantesca en los muelles de Nueva York. Pero lo que si ocurrió fue que el tiempo pasó inexorablemente en Cartagena. El Cine Francia cerró sus puertas hace años. Ya no se puede ir ahí a ver la última función de la tarde y salir luego a la noche, cargada del ruido y el sabor del mar. Y la última vez que vi el cine Central, se había convertido en una iglesia evangélica, donde tanta gente busca alienarse, para escapar a la alienación cotidiana. Pero el mar y los bosques aún continúan rodeando esa pequeña ciudad, y la cordillera de la costa sigue a sus espaldas. Y cada noche, si uno aguza los oídos y la imaginación, se pueden escuchar los gritos portentosos del rey de los monstruos, del gorila gigante que definitivamente dejó sus huellas en las calles de la Cartagena de nuestra infancia.


Miguel Acevedo


Notas:

* Cartagena está ubicada en el litoral central de Chile, cerca del puerto de San Antonio.
** "La Furia de King Kong" llegó a las salas santiaguinas (cines Bandera y Santiago) el lunes 23 de mayo de 1977. Y el King Kong de Guillermin y De Laurentiis llegó a la cartelera nacional el 4 de julio del mismo año, siendo estrenado en los cines Windsor, Victoria, Plaza, Las Condes y El Golf de la capital, además de llegar a salas de las ciudades de Valparaíso y Concepción.
*** En realidad, esos carteles cinematográficos de 1976-1977, con los jets sobre las Torres íconos del capitalismo, rodeadas de humo y fuego, eran bastante premonitorios.

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